lunes, 22 de septiembre de 2014

Descalzo

El verano va dejando de ser lo que era o lo que fue para ser otra cosa. Ser otoño, sin más. Aunque está por ver qué tal lo hace. Que ya sabemos lo que ocurre con esas cosas. Se suele ser pero no se suele ejercer. O más o menos. Fechas oficiales al margen, el verano sigue aunque estemos en otoño. Con lluvia o sin lluvia. Tomando el sol en la playa o haciendo senderismo por la montaña. Pues eso.
Y como quiera que ha llegado la lluvia, por fin, aunque nadie sabe cómo ha sido, me encuentro detrás del ventanal de casa, el que da al jardín, con un libro de entre manos de esos de lluvia. Me explico. Esos libros de papel, en rústico fino y tapas blandas, y una acumulación de letras de esas que sólo sirven para matar el rato que llueve. Y nada más.
Un libro de lluvia o de tormenta. Esas tardes noches que no sabes muy bien si estás al final del verano o al principio del otoño. Porque llueve de otoño pero hace calor de verano. Cuando la lluvia cae (canta Mari Trini). Cuando la oscuridad llega antes (hemos llegado al Equinoccio). Y esas cosas de entre tiempo.
Ahora toca recogerse un poco antes y hay que aprovechar el tiempo. Aquí es cuando entran en escena estos libros de lluvia que matan el tiempo desapacible y luego no los recuerdas. Y entre libros escritos con letras de paja están los que llevan letras escritas con tinta. Con argumento y con provocación de pensar. Dice uno que como los políticos van faltos de cultura y además no leen prefieren inaugurar cosas que llevan tiempo funcionando. También para matar el tiempo. Porque están ociosos y presuntos imputados de alguna cosa. Que para eso se dedican a la política.
Ya llevo un rato descalzo porque hace un rato que decidí coger papel y pluma y escribir algo. Aprovechando que las sinapsis no están bloqueadas por el calor. Con esa letra de monja que me han dicho que tengo. Y llevan razón porque Sor Juana y Sor Catalina me enseñaron a leer y a escribir. Y la lectura con entonación. En una aula grande del convento que tenían en la plaza de Quadrado de Palma. Ahora es un hotelito de interior de ciudad y un bareto de variados y cañas. Lo de la entonación viene a cuento de saber pasar de puntillas sobre algunas cosas que dices o enfatizar otras de mayor importancia.
Me ha dicho Eugeni esta mañana que cultivo un subgrupo literario llamado relato en breve. De capital. Que los de pueblo escriben sobre otras cosas y de distinta manera. Aunque también debieron aprender con monjas. A lo mejor lo ha dicho al revés. No lo recuerdo bien. Pero algo de esto ha dicho porque le tengo confianza y escucho sus consejos. Y los viernes, como todos los viernes, quedamos en una hora de tarde avanzada en el banco de la Plaza de Cort. Conocido popularmente como el banco del "...si no fos...". Tenemos ruta cultural por las calles estrechas del casco antiguo de Palma de la mano de Gaspar Valero Martí. Nos cuenta la historia de Palma y más.
La escritura rústica o íntima es para las tardes de lluvia de otoño. Como hoy. Que llueve sobre tierra demasiado seca y se encharca. Y luego no la puedes pisar por acumulación de barro. Escritos sobre damas despechadas. Señores paseando cuernos con elegancia. La erótica de criadas y cocheros en la penumbra de los patios. Momentos piadosos de Semana Santa con cartas comprometidas entre monjas de clausura y militares. Que otra cosa no había.
Y a todo esto he pasado el día en Deià. He nadado en su cala y he dormido en uno de sus hotelitos con encanto entre extranjeros que vienen a ver la casa de Robert Graves. A escasos metros de la iglesia y de su pequeño cementerio también con encanto. Con un fuerte viento que se ha deslizado por entre las calles y ha entrado en la habitación por la ventana. No ha faltado la puesta de sol con colores caprichosos de esos de enamoramientos. Mañana tocará visitar el Oratorio de Miramar que l'Archiduc hizo construir en memoria de Ramón Llull y que un rayo de otoño ha dejado en estado ruinoso. Salud.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Deseos

Dice un contertulio, ya de buena mañana, a propósito de que ahora es el tutor legal a tiempo parcial de su nieto, que la niñez es valiente entre tanto adulto que te dice constantemente lo que tienes que hacer y cómo. Seguramente es así visto desde el papel de abuelo activo porque toca. Resulta que dice que hay instantes de su vida que se repiten gracias a los recuerdos. Y que no le falten. Sus recuerdos, más que nunca, afloran gracias al nieto. Otra educación con las mismas bases pero con distintos medios. Retocada, ampliada y mejorada de la primera. La de sus hijos.
Casi nada lo que dice el contertulio de buena mañana. Educar los valores de siempre a dos generaciones posteriores y sin haberte reciclado. Una aventura que le deja extenuado cuando llega la noche. Las ansias de vivir de uno y otro es la misma. Uno de forma rápida y casi alocada sin pensar en consecuencias. El otro de forma más pausada y tranquila y razonando las consecuencias de cada decisión. Es lo que tiene vivir la vida siendo abuelo jubilado activo con nieto hiperactivo.
En uno la felicidad va directamente relacionada con la despreocupación. En el otro, la búsqueda de la felicidad, va en relación al grado de responsabilidad. Entre todo está esa niñez valiente entre tanto niño. Que esta es otra. Convivir con el nieto implica convivir con otros niños y sus progenitores que puede resultar más complicado que convivir sólo con adultos porque muchos demuestran no haber evolucionado por lo que dicen y lo que hacen. Realmente preocupante.
Ha dicho el contertulio de buena mañana, después de sorber los posos del café, en sus deseos de agradar, que el llanto de los bebés o de los niños pequeños, son llantos de soledad. Nos ha desarmado. Ha sido como un pájaro exótico de oriente cuando bate sus alas. Provoca un fuerte vendaval que agita el mar, las ramas de los árboles del bosque y las conciencias de las personas. Sus palabras, ocurrentes o no, entraron para quedarse. Tomé nota para hablarlo con el mediterráneo a media tarde. Casi al anochecer de algún día cuando el sol todavía no está puesto. Quizá en primavera o en otoño. Uno de esos días que el viento aprovecha para limpiar el cielo de nubes. Porque también se dedica a esto.
Esos días invernales en que el sol se comporta de forma rústica. Con calor de hoguera de infierno. Es el momento adecuado para que el mediterráneo te escuche con claridad y te conteste con olas mansas y rojizas de sol bajo y cansado. Que cuando el sol está bajo alarga la sombra de olivos y encinas y te llega a la orilla donde te sientas en la roca del poeta.
El abuelo activo, representante legal a tiempo parcial del nieto hiperactivo porque sus padres tienen que trabajar, se agobia. Porque el abuelo tiene la edad legal de descansar o de tomarse la vida con otra filosofía. Pero no puede, por responsabilidad. Y sigue sacando fuerzas de flaqueza para cumplir dignamente. Lucha y gana, y aún ganando, no percibe felicidad. Igual que el que pierde. Echa en falta el deseo y las ganas de  desempeñar un trabajo para el que no necesita ni se le exige un título universitario. Simplemente sentido común y abnegación.
Ha decidido hacer un añadido al testamento para dejarle el alma a ese nieto que ahora cuida a tiempo parcial. Con mano firme y sin mal criarlo porque se lo han dicho los progenitores. Pero los abuelos jubilados están para todo lo contrario. Que así le recordará el nieto. Algunos sentimientos pasan en un susurro escueto. Pero dejan un eco imparable. Seguramente son deseos. Ese abuelo que con el tiempo ha forjado una jaula de oro y plata, cómoda y bonita, para vivir la intimidad de la jubilación. Y la jaula está sin estrenar. La intimidad también. El momento legal no se coincide con el momento real. Hasta que no vuelva a ser el jubilado despreocupado que espera la llegada del juicio final no habrá más puestas de sol que admirar. Ni amaneceres. Siguen siendo deseos no cumplidos.
Sólo hay nubes y lluvia de finales de verano que suplantan el día soleado. Ha dicho el contertulio de buena mañana que pronto los niños empezarán la escuela. Entonces el deseo de vivir la jubilación a tiempo completo se cumplirá. Con las prisas del nieto se le olvida coger la sombra y sale sin ella. Y si va con prisas, la sombra no le puede seguir. Así las cosas, el sueño de los sabios transcurre siempre de noche. Que la sabiduría viene de haber soñado con la derrota. Salud.

 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Poeta II

Una mañana se encontró indispuesto y lo llevaron a urgencias. El médico le pidió que dijera treinta y tres. Lo dijo y lo ingresó. Al día siguiente le pidió que tosiera. Se negó y firmó el alta voluntaria. Regresó al pueblecito costero justo a tiempo para ver la puesta de sol. Es que el poeta Fulano es de letras. Caramba.
Y va pasando el verano casi sin darnos cuenta. El poeta disfruta los segundos como si fueran los únicos de su vida. El verano se acerca a su fin pero no así el calor. Que sigue apretando y nosotros en remojo. Las horas de luz son menos y los novios aprovechan la oscuridad temprana y el amanecer tardío para quererse. Ya sólo faltan las fiestas patronales en tres pueblos de la Isla. Los rezagados. El poeta Fulano no va de fiestas ni de verbenas. Ha descubierto la tumbona del porche y las veladas de tertulia con velas y Brandy. Le seduce y se inspira.
Por la mañana lee la prensa local en el bar de Pepe mientras toma café y unas tostadas. También ha descubierto la ensaimada el puñetero. No entiende que la consellera de talla grande inaugure unas huelgas antes que el curso escolar. El año que viene gobernarán otros o no tendremos poetas que nos sucedan. Ambos hemos leído mucho este verano. Pero tenemos una pila de libros pendientes recomendados. Habrá que echar mano del otoño. Que también es tiempo propicio para la lectura junto al mar.
Cada noche piensa el sueño el poeta. No le gusta improvisar. Que después los recuerda y es como si hubiera vivido dos veces. Se quiere llevar el mar a la capital. El pescador le ha regalado una caracola. Dice que la pondrá sobre la mesita de noche para escuchar las olas antes de dormirse. Todo en él es algo único. Lo que dice. Lo que hace. Lo que piensa. Lo que escribe. Y todo eso que sigue.
Se marcha el poeta Fulano, porque no ha querido que diera su nombre, con lágrimas. Se lleva recuerdos y amigos. Sonidos y olores. Se lleva en la memoria el mar mediterráneo. Las puestas de sol sobre el horizonte del mar. La seguridad de que volverá. Las siestas de bochorno y el mareo del mar cuando navegó en barca. Los buenos días de las gentes y los escritos en la orilla mientras las olas le roban las huellas y la sombra. Que te vaya bien, poeta. Salud.


lunes, 1 de septiembre de 2014

Poeta I

Hay un fulano que veranea aquí. Que escribe muy bien, por cierto, y del que se dice que su vida y su obra van unidas a su sombra. Desde el principio de los tiempos. Incluso cuando llueve. Es glorioso en su creación literaria. De rima intensa sólo comparable al mar en ocasiones de tormenta. Un maestro que ha sabido domar su pluma y la tiene adaptada a su mente. Piensa y escribe. Vive y vuelve a escribir. Habla y sigue escribiendo. Su pluma se enamora del papel. Se insinúa. Se desliza sobre el folio con trazo firme. Como cuando acaricias. Ha llegado a afirmar que está enfermo de letras y rimas.
Pues resulta que Don Fulano, cuyo nombre no me ha permitido desvelar, a venido a recalar en el ya famoso pueblecito costero y pintoresco donde yo tengo una casita con porche y tumbona. Y Pepe regenta el bar desde el que puedes tomar café mientras ves amanecer. Ha sido mi vecino y ha estado viviendo un poco más cerca del mar que yo. Un lugar con mar, amanecer, montaña y bosque con acantilado. Donde se puede contemplar la puesta de sol porque el mar sí te deja. Con permiso de las olas y las nubes que no siempre colaboran.
Se ha hospedado en casa de Eugeni. Vecino mío. En la última casa antes de que empiece la orilla del mar. En el otro lado hay un solar de chumberas que ahora mismo están los higos para comer. Don Fulano va de poeta porque es poeta. Los poetas van de poetas o no lo son. En una de las tertulias a la sombra de una encina, que aquí abundan mucho, y el mediterráneo actuando de testigo, sorbió un café acompañado de una generosa copa de Brandy Suau. Al poco rato su mente se paseaba perdida tranquilamente entre tinieblas y penumbras. La lengua no le respondía y más que desenvolverse con soltura se arrastraba entre dientes y labios agarrotados.
Así las cosas, Don Fulano poeta, empezó a largar sin miramientos y sin rima. El resto de contertulios haciendo esfuerzos para entenderlo. Que lo que decía tenía que ser interesante. Los jubilados todavía hablan rumores de él porque fue memorable. Decía Don Fulano que había estado de contertulio en el Gran Café de Gijón. Hace tiempo. Después de venir del otro lado del atlántico y pasar por el Ministerio de Cultura de asesor. Soltero como concepto de algo natural y necesario para no perder espacios de libertad. Estuvo enamorado de una actriz de cine y que cantaba coplas en un corral. Y sigue enamorado de las letras de Chejov. Poca cosa más.
Tiene unos cuantos libros que llevan su firma. Ahora escribe columnas y colaboraciones en prensa. Tiene su punto de fama entre los círculos literarios. Habla y actúa mientras el sol se pone a sus espaldas. Una vez leí que Umbral había escrito de él que había dicho que leía las críticas un años después de haber sido publicadas. De tal forma que ya no le importaban tanto si eran buenas como si eran malas. Una forma de sobrevivir.
Sólo estuvo con nosotros poco más de una semana. Un día lo metimos en la barca y pusimos proa al horizonte. Al salir del puerto vomitó tanto como pudo. Lo devolvimos a tierra firme en estado agónico. Lo paseamos por el bosque de encinas, olivos y pinos. Algunos algarrobos y pocas higueras. Percibió el susurro del aire cuando pasa entre las ramas. Lo escuchó y le gustó. Más que el de las olas. Que es un poeta de tierra adentro. Tomó notas. Le procuramos una vida intensa. Escribió tanto como quiso o tanto como le dejamos. Pero eso fue cuando le escondimos el Suau. Que así son algunos poetas de fama. Dijo que también había hecho teatro. Sin duda. Hay una crítica que dice de él que el personaje que interpretó era mejor que el personaje del guión. A ver.
Hemos descubierto que es un clásico y un romántico. Un creador de textos con rima muy imaginativo. De izquierdas, claro. Ha venido a descansar invitado por Eugeni. Pero no le hemos dejado. Un poco de siesta en el momento en que el calor no te deja otra alternativa. Eugeni también tiene porche y tumbona. Y se la ha prestado. Los chavales más gamberros le tiran bolitas de papel ensalivado con un canuto de bolígrafo Bic. Él levanta la mano inconsciente como quien escampa moscas que no ve. De pequeño fue monaguillo. El cura se rompió un pié y las campanas de su pueblo no tocaron las horas durante veinte días porque él no tenía fuerza para moverlas. Los jubilados miraban al cielo como hace el pescador. Salud.