viernes, 24 de octubre de 2014

Mente excluida


Desglosó el olvido
entre laberintos
de penumbras mudas
y no encontró la verdad
de nada.
 
Como si el tiempo
se hubiera acabado
negligente y funerario
recuerdo cobarde
que se aparta.
 
Probé entonces
de hacerme el ignorante
se me negó la entrada
al tiempo mezquino
que ya no habita la mente.
 
Encontré metáforas
y las quise descifrar
pero me faltaba el aire.
Las imágenes sin sombra
en blanco y negro
quietas sin hacer ruido.
 
Como un paseo
entre mausoleos de mármol
y olor a moho eterno
como un amago de vida
o una búsqueda infructuosa.
 
El orgullo del olvido
intransigente.

Imágenes eternas
que conviven en silencio
para poder descansar.
El aire se mueve
pero se mantiene al margen.
El alma se mantiene
flotando en el aire
mientras los recuerdos
se alejan inadvertidos.

Hay ratos de fortuna
que volvemos a la vida.
Miré atrás y no pude ver
los días que se fueron.
Como historias de aventuras
en libros cerrados
y colocados en estanterías. 

Hay orden pero no hay ruido.
Como en la profundidad del mar.
Donde nacen los peces
y descansan los muertos.

El nombre del libro
viene escrito en la solapa.
El de los muertos
en la piedra o en la madera.
También el nombre del libro
se borra si nadie lo abre y lee.
Los días vividos desaparecen
y con ellos las historias
para recordar y para olvidar.

No sé tocar el piano
pero sé colocar de forma adecuada
los dedos sobre los agujeros
de una flauta dulce.
Los días se repiten
pero no sus momentos.
La vida sólo se vive una vez.

Cuando las noches son insomnes
los días se repiten.
No sé muy bien porqué.
Mientras amanece
no miro al sol.
Me fijo en las cosas
que la luz vuelve visibles
con sus sombras alargadas.

El jardín de casa guarda las flores
pero no puede hacer lo mismo
con el aroma que el viento esparce.
Voy girando las páginas 
de la vida.
Pero los capítulos del libro siguen.
Mañana leeré otros
pero ya no será lo mismo.
El tiempo que estuvo en mi
ahora es otro.

Escucho el viento
y el ruido de las olas que llegan.
Una y otra vez.
Puedo oler la grandeza del mar azul.
Algunas vivencias producen lágrimas.
De alegría o de tristeza.
Pero nada me es indiferente
porque todo es irrepetible.

Subí a la cima
en busca del viento
y me encontré la lluvia
de una primavera anticipada.
Aproveché el lugar
para conocer a los dioses de los clásicos.
Escucho el eco
de lo que dijeron los filósofos.
Yo también he sido
muchos hombres
y he tenido distintas edades.
He disfrutado 
de la tranquila arena del desierto.
Horizontes de dunas que se alejan.
Como el horizonte marino
que cuanto más te acercas
él más se aleja. 

He tardado tiempo en saber
la razón de la vida.
Todavía tengo dudas.
Intuyo que la sombra del ciprés
es alargada para mostrarme el camino.
Impresiona su rectitud
como metáfora de la razón de la vida.

Hay días que el silencio es cruel.
Otros días es un alivio.
Tengo dudas de la razón del silencio.
Pero realza las emociones.
El desierto carece de sombras.
El bosque está repleta de ellas.
La noche no tiene sombras
porque está formada de oscuridad.