domingo, 25 de agosto de 2013

Horizonte

Me dice Eugeni, medio bromeando, que no soporta la soledad. Que es un animal gregario y necesita relacionarse. Vivir en sociedad. Pero ahora, en verano, las personas buscan esa tan ansiada intimidad porque están sobre expuestos a las masificaciones. Comidas familiares. Cenas en la calle con los vecinos. Fiestas populares.
En la playa no cabe una toalla ni una sombrilla. Conciertos y cine al aire libre. Las tertulias en el bar de Pepe hasta las tantas. Cuando el sol ya se ha puesto y el aire fresco empieza a correr por las calles y plazas. Y así tantas cosas. Con este panorama resulta normal que la gente busque un poco de intimidad. Por muy gregarios que seamos. Eso dice Eugeni que ya sabéis que pasa unos días de vacaciones en este pueblo costero de la Isla. En su casita con vistas al mar. Como casi todos. Luce bronceado aunque se protege del sol con cremas, gafas y un Panamá extra fino auténtico fabricado en Quito, manufacturado en Panamá y comprado en Pollensa.
Se libera de la tensión y el estrés acumulado a lo largo del año. Que suele ser mucho. Eso dice. Nada de prensa. Nada de tele. Apaga el móvil. Sólo para emergencias. Algún cotilleo para estar al día. Y la música que no falte juntamente con los libros que se trae en la maleta. Notas y más notas escritas en pequeñas libretas que se lleva para pasar a limpio y ordenarlas. Pasear por las calles del pueblo con tranquilidad y sin prisas. Caminatas por la orilla del mar. Con los pies descalzos en la arena. Dejando huellas que las olas se encargan de borrar. Como debe ser. Subir hasta lo más alto del acantilado. Ver la puesta de sol y bajar antes de que se haga de noche.
Se sienta en las rocas y mira el mar. Se pregunta para qué sirve el horizonte. Se responde a sí mismo. El horizonte es el final del mar. No está muy lejos aunque lo parezca. Sirve para que el sol se ponga por la parte de atrás y salga por el mismo sitio pero mirando al Este. El horizonte es el lugar que eligen las barcas para navegar con las velas desplegadas. Donde se posan las nubes y se paran a descansar en su afán de viajar. Donde caen las lágrimas de San Lorenzo. Y todo eso. Eugeni disfruta de estas cosas y yo con él cuando me deja que le acompañe. 
Hace fotos a todo. A la noche, en las tertulias, lo cuenta. Lo cuenta bien. Nos describe la tranquilidad, el sosiego, la luz, la oscuridad, el silencio, el ruido de las olas. El olor a playa. La brisa. Y todas esas cosas que sólo se experimentan en verano.
Eugeni es una persona de bien. Lo digo porque el otro día alguien se interesó por él. Le conozco bien. Honra intacta. Esforzado trabajador. Incansable. Amigo. Educado en el sacrificio y en el trabajo bien hecho. Como muchos, por supuesto. Gran derrochador de energías en soñar con un mundo mejor. Apasionado del presente y de lo que le ha tocado en suerte en esta vida. Eugeni busca la soledad de la madrugada para escribir. Justo hasta que el sol está a punto de amanecer. Luego viene a la playa y nos aseguramos de que sale bien y de que es el mismo de cada día.
Es el momento de olvidar cualquier cosa que huela a negativo, derrota o fracaso. Los primeros rayos del sol que tocan nuestra cara hacen  aparecer los rasgos de lo que realmente somos. Sin trampas. Después de esta sesión matinal de cargar energía positiva subimos al bar de Pepe que ya nos tiene el café con leche y las ensaimadas preparadas.
A finales de mes se irá a la ciudad. A los modales desajustados. A la crispación. Al cabreo como algo normal. A la tensión. Pero antes se habrá despedido del mar. Nunca se iría así, sin más. Sin decir nada a los amigos y al mar. El mar siempre se porta bien. Está cuando lo necesitas. Escucha. Susurra con las olas sin levantar la voz. Aunque a veces viene molesto. Es normal. Nos pasa a todos.
La otra noche estuvimos en Valldemossa. Tomeu nos deleitó con la flauta mientras cenábamos. Geni lo hizo con su voz. Están igual que siempre. Tomeu tiene un sombrero como el mío. O yo como el suyo que no quiero problemas. Se hicieron las tantas de la noche o de la madrugada. Según se quiera ver. Al día siguiente el mar venía revuelto y se rompía contra las rocas. Ya está avisando de que el verano agoniza y queda nada para que termine Agosto. Lo noto porque el sol se pone antes y sale más tarde.
Eugeni se afana en hacer rimar las palabras que escribe. Cambia unas letras por otras y esas cosas que hacen los poetas. Los veranos son para vivirlos. Eugeni y yo lo sabemos y somos expertos en ello. Pronto habrá que cerrar los porches y recoger las tumbonas. Pero mientras seguiremos en compañía del mar. Salud.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Poesía de Agosto

Le he dado trabajo a la poesía.
El Agosto es propicio.
Versos y más versos.
Antes de que llegue el sueño
de la noche.
 
La poesía tiene memoria.
Ve bruma sobre el horizonte.
Y cenizas en suspensión.
De nosotros mismos.
De promesas quemadas.
De pasiones consumidas.
 
Pero fíjate.
Que aunque ceniza,
permanece unida.
Sobre el horizonte.
Que no sople el viento, pues.
 
El sol permanece oculto.
Por las nubes.
Los versos no riman.
Habrá que recoger las cenizas.
Recomponer las promesas.
Devolvernos las miradas.
Cambiar silencio por palabras.
Recuperar el antes.
 
Volver a encender el fuego.
El que no quema,
pero da calor.
El de la pasión y la ilusión.
Recogeremos estrellas.
Nos diremos palabras adultas.
Mientras superamos el vértigo.
De la poesía libre.
La que dice la verdad.
Que escribe versos en la noche.
Antes de que llegue el sueño.
 
Cumpliremos las promesas.
Iremos de la mano.
Dónde nos conduzca el sendero.
Dónde nos lleve la marea.
Sin brumas ni susurros.
Que el Agosto es propicio.
Para que escriba la poesía.


martes, 6 de agosto de 2013

La alcoba

Hoy, de buena mañana, me he acercado hasta la orilla del mar. Extiendo una toalla y me siento. Siempre busco la sombra del porche de alguna de las alcobas que usan los marineros para  sus barcas. Esta especie de casa a pocos metros del mar. En estas calas de la Isla hay muchas. Las barcas están a buen resguardo en ellas. Pues estas alcobas tienen un porche tapado con ramas secas de pino, ramas de palmeras y de matas. El aire, en estos sitios, siempre es fresco. De aquí al agua y vuelta.
El inconveniente a tanto bienestar es que muchos días te ves amoscado. Es el paso previo a estar mosqueado. Una manada de moscas revolotean a tu alrededor a cara descubierta. Provocan incomodidad y te hacen perder la paciencia. También  buscan la sombra y el fresco. Empiezo a dar manotazos sin apuntar. A diestro y siniestro. Son expertas en esquivarte y vuelven a la carga. Aquí es cuando me mosqueo de verdad y me meto en el agua con la intención de no salir. El mar es el único que me entiende. Sólo cabe la esperanza de que al salir el que esté amoscado sea otro. A veces ocurre. Al verano hay que condimentarlo con paciencia.
El que en el porche de una de estas alcobas no haya moscas es lo más parecido al paraíso terrenal. Cojo un libro y leo. El escritor lo ha escrito para mi, entre otros. Mientras leo el aire va cambiando las nubes de sitio. Y yo sin darme cuenta. Decía un poeta que un bonito amanecer está en los ojos de quién lo mira igual que la verdad está en el oído de quién quiera oír y escuchar. Me doy cuenta de que no todos los homínidos han visto todo. Algunos sólo han visto puestas de sol. Deberían ver, por lo menos una vez, un amanecer. Andan por la vida con la glándula pánfila inflamada. No toman tratamiento para su panfilitis.  También deberían estirarse en una tumbona de verano un rato. Por lo menos. Y ponerse a pastorear las estrellas. Contarlas por si falta alguna. Y de día podrían contar las olas que llegan a la orilla de la playa para mojar la arena. Que bueno el verano cuando hace fresco. Yo sé dónde hace fresco. Dónde están las moscas. En los porches de las alcobas de las barcas.
Esa gente invisible que me rodea. La que pasa desapercibida. Existen y no te avisan. Y mientras tomo el fresco miro y los veo. Son muchos. Todos a sus cosas. Como debe ser. Miro y escucho. Sus vidas parecen sencillas y quizá sean complicadas. Hay un grupo de gente que toma el sol, se baña y se divierte. La madre le pregunta al hijo que quién es su tío preferido. Una encerrona cruel para un niño inexperto que está a otras cosas. Su respuesta es de supervivencia. El tío que en este momento tiene más cerca. Le ha salido bien. El tío en cuestión lo aúpa y lo besa. Y todos contentos. El mar es testigo de esto. Le podéis preguntar.
Ese calor bochornoso no es normal de buena mañana. No puede ser bueno. Como era previsible el calor empieza a mover el aire y lo convierte en viento. El viento azota todo y la gente coge y se marcha a sus casas. Se rompen algunas ramas secas y vuelan junto a algunas sombrillas. También mueve las nubes y las concentra encima nuestro. Oscurece súbitamente. El sol ha desaparecido y empieza una tormenta de verano. Un aguacero de mil demonios que algunos piensan que ayudará a refrescar. De ninguna manera. Todos sabemos que cuando escampe hará más calor. Yo por si acaso sigo en el porche. Las moscas, al ruido de los truenos, se han marchado. Al poco escampa y el calor se hace insoportable. Pero pronto se hará de noche. El sol se pondrá y entonces sí que refrescará. Salud.

jueves, 1 de agosto de 2013

Las noches

Como todos los años por estas fechas un grupo de vecinos a los que llamamos "festeros" organiza actividades culturales para entretener las noches del verano y disimular el calor asfixiante que se acumula. Fiestas para todos. Las de los niños se realizan mayoritariamente en el mar. Están todo el día en remojo en una continua diversión. Y luego en tierra se quitan los zapatos y se meten en un castillo hinchable donde no paran de saltar. El castillo realiza unos movimientos convulsivos y unos vaivenes que provocan vértigo.
Para los menos niños nos han organizado un amanecer diario y una puesta de sol mientras uno de ellos recita en voz alta algunos poemas seleccionados de gente del pueblo y otros poemas de autores conocidos y desconocidos. En verano todo se ve distinto. De otro color. Esa textura del atardecer. Saborear el amanecer con la vista. Oler intensamente la puesta de sol. Escuchar los poemas recitados con los cinco sentidos. Estamos en el mismo sitio pero miramos en direcciones opuestas según amanezca o el sol se ponga. Resulta uno de los acontecimientos más concurridos. Esa magia del momento nos une más. Lo hemos catalogado en el libro de las costumbres del pueblo costero con encanto.
Pero las noches se pasan en la terraza del bar de Pepe. Algunos días viene un mago que hace las delicias de todos. Creo que no lleva truco. Que realmente es así. Que tiene poderes de verdad. Sin ir más lejos el otro día transformó un ramo de flores en un par de tórtolas. A ver quién hace esto. Pura magia. Y como todos los años nos quedamos en babia hasta que termina. Otra noche tenemos entretenimiento musical al aire libre y brisa fresca incluida. El músico mejora con los años. Se ha presentado con un teclado. Ha pulsado unos botones y de los altavoces ha salido una orquesta entera. Música sin modernidades extravagantes. Pero con un ritmo de tiempos pretéritos. La noche que hay teatro está a rebosar. Todos quieren las primeras filas para ver y escuchar mejor y para ello llegan pronto con su silla. Es una comedia de enredo. Si es que lo ves venir y te anticipas. Es un no parar de reír. La vida misma, vaya.
Este año los festeros han incorporado algo novedoso. Un fulano que recita historias sin hablar y que previamente ha escrito. Alterna gestos de estos de enamorar y gestos de silencio que lo dicen todo y más. Lo llaman Clown. Mi hermano Miquel hace cosas de esas y a veces colaboran los hijos de Bernardo. Una pasada. Ha interpretado el mar. Se ha vestido como el mar. Se ha movido como el mar. Se desplaza delicadamente por el escenario como si de una ola se tratara. Imita la voz del mar. Es inconfundible. Como si llevaras una caracola en la oreja. Las palabras salen de su boca igual que caen las hojas secas de los árboles en otoño. De forma natural, sin ruido y sin efectos especiales. Las palabras y los gestos son azules. Y dejan una sombra alargada en la mente del público asistente. Palabras vestidas de domingo. De día de fiesta de guardar. De día del patrón. Transmite ideas con sonido agradable. Fino y casi transparente. No ha venido a provocar la risa fácil con abusos y groserías. Utiliza el ingenio y la inteligencia. El público mantiene un silencio antiguo pero adaptado a los tiempos que corren. Tiene que ser así.
A veces dice palabras delicadas que acaricia con la lengua y los labios mientras las pronuncia.  Salen engalanadas. Distintas a otras conversaciones. Es un artista artesano de las letras y de los gestos. Un domador de palabras y frases. Escribe bien y recita mejor. Esta noche nos ha pedido que nos quitáramos los zapatos y hemos perdido la noción del tiempo. Ha coincidido con la luna llena. Ha sido mágico.  El recitador tiene una copa de vino. Sorbe de vez en cuando. Nunca tiene la boca seca y las palabras salen humedecidas de gran reserva con olor a roble. Conoce perfectamente las cualidades de las palabras. Somos el destino final de sus historias. Como una bocanada de aire fresco en el calor de la noche. Todo un éxito.
Me he sentado junto a mi vecino Andreu. El que sabe pintar el tiempo y el color de una mirada. Es un mago de los pinceles. Lo he dicho en otras ocasiones. Es de hablar mucho pero se cansa porque fuma demasiado. Hace un par de años que se jubiló de maestro de artes plásticas de un instituto. Le ha gustado lo que ha visto. Como a todos. Me dice que desde que está jubilado tiene la sensación de envejecer más rápido. Es un jubilado al que le falta tiempo. No es el primero que me hace ese comentario. Tomaré nota. Le hemos dejado hablar lo que ha querido. Que ha sido mucho.
Pero ya terminamos agosto y parece que era ayer que hablaba del otoño y del invierno. Cualquier día volveré a escribir de lo mismo. El tiempo pasa rápido. Pero todavía estamos en verano y toca aguantar calor. Por eso nos juntamos por la noche. Buscamos el fresco. La luna llena. Las estrellas. El ocio compartido sin prisas. Las noches de verano de un pueblecito costero de la Isla son así. Salud.